La tracción integral, también conocida como «4×4» o «AWD» (All-Wheel Drive), se ha convertido en una característica clave en muchos vehículos modernos, ofreciendo ventajas significativas en términos de seguridad, control y rendimiento.
Este sistema distribuye la potencia del motor a las cuatro ruedas, en lugar de solo a las dos ruedas, lo que mejora la adherencia y la estabilidad del coche en superficies difíciles, como carreteras mojadas, nevadas o terrenos irregulares.
Existen dos tipos principales de tracción integral: la tracción total permanente y la tracción total conectable. En la tracción total permanente, el vehículo utiliza constantemente las cuatro ruedas para desplazarse, lo que ofrece un manejo más seguro en todo tipo de condiciones. En la tracción conectable, el sistema solo activa las cuatro ruedas cuando detecta pérdida de adherencia, proporcionando tracción adicional solo cuando es necesario.
Las ventajas de la tracción integral no se limitan solo a la conducción fuera de carretera o en condiciones extremas. También mejora el rendimiento general del vehículo en la ciudad, especialmente en curvas o cuando se necesita una aceleración rápida, ya que distribuye mejor la potencia y reduce la posibilidad de deslizamiento de las ruedas.
Sin embargo, no todo son ventajas. Los coches con tracción integral suelen ser más pesados y consumir más combustible debido al mayor número de componentes involucrados en el sistema. Aun así, muchos conductores valoran la mayor seguridad y control que este tipo de tracción proporciona, sobre todo en climas complicados o en zonas montañosas.
En definitiva, la tracción integral se ha convertido en una opción cada vez más popular en el mercado español, tanto en SUVs como en coches de alta gama, gracias a sus beneficios en términos de seguridad y versatilidad.