Capítulo 3. La visión del presente.
El sol todavía no despuntaba en el horizonte cuando Jaime abrió los ojos de nuevo. Algo había cambiado en el ambiente de la habitación. El aire parecía más denso, más vibrante, y una sombra en la penumbra captó su atención.
Allí, junto a la ventana, se encontraba otra figura. Era robusta y firme, vestida con un mono de trabajo cubierto de manchas de grasa y polvo, como si acabara de salir de un largo día en el taller. Su rostro, aunque sereno, reflejaba cierta severidad, y sus ojos parecían observar cada rincón de la habitación con precisión.
“Soy el espíritu del presente, Jaime”, dijo con una voz profunda y tranquila, como el rumor de un motor al ralentí. “Es hora de que veas lo que está ocurriendo ahora mismo, en tus campos y más allá.”
Jaime, aún medio incrédulo, apenas tuvo tiempo de responder antes de que el espíritu levantara una llave inglesa brillante. En un abrir y cerrar de ojos, ambos estaban de pie en un terreno que Jaime reconoció de inmediato. Era su finca, tal como estaba ahora: los surcos desiguales, algunas máquinas oxidadas, y las parcelas descuidadas donde las malas hierbas habían comenzado a ganar terreno.
El espíritu caminó con pasos firmes hacia el tractor, que estaba aparcado junto al cobertizo. Jaime lo siguió, su mirada cayendo sobre las marcas de desgaste en las ruedas y las manchas de aceite en el suelo.
“Esto es lo que ocurre cuando las prioridades cambian, Jaime”, dijo el espíritu mientras señalaba el tractor. “Has intentado estirar las cosas más allá de sus límites. Pero cada día que pasas ignorando los problemas, ellos crecen. Y no sólo en tu maquinaria, sino también en tus clientes y tu comunidad.”
Jaime frunció el ceño, sintiéndose pequeño bajo la mirada del espíritu. “No es que no me importe… es que el tiempo y los recursos no alcanzan. Intento hacer lo que puedo…”
El espíritu no lo dejó terminar. “Mira.”
Con un movimiento de su mano, la escena cambió. Ahora estaban en el taller de un vecino, un agricultor que Jaime conocía desde hacía años. El hombre estaba inclinado sobre una máquina rota, su rostro marcado por la frustración.
“Pedro lleva semanas sin poder usar este tractor. Las reparaciones se acumulan porque las piezas no llegan, y mientras tanto, su cosecha sufre.”
La visión cambió de nuevo. Esta vez estaban en un campo donde un joven agricultor luchaba con una desbrozadora que no funcionaba correctamente. La máquina emitía un sonido extraño antes de detenerse por completo, y el joven, con las manos en la cabeza, murmuraba algo sobre no poder permitirse un reemplazo.
“Esto no sólo es tu realidad, Jaime. Es la realidad de muchos. Pero hay algo que puedes hacer para cambiarla.”
Jaime tragó saliva, su mente trabajando para procesar las imágenes que había visto. “¿Qué puedo hacer? ¿Cómo puedo ayudar?”
El espíritu lo miró directamente a los ojos. “Recuerda quién eres y qué representas. Tienes los medios para ofrecer soluciones reales. Pero eso comienza con cuidar lo que ya tienes y mostrar a otros el camino.”
Antes de que Jaime pudiera responder, el espíritu levantó su llave inglesa, y el mundo se disolvió en un remolino de colores.
De regreso en su cama, Jaime permaneció sentado un rato, con las manos apoyadas sobre las sábanas. Miraba las sombras danzar en la pared, mientras las palabras del espíritu resonaban en su cabeza. Carmen, esta vez, se movió a su lado y le susurró: “¿Estás bien? Pareces inquieto.”
Jaime la miró, con un gesto más decidido. “Estoy bien, pero creo que necesito pensar en algunas cosas.”
Carmen no insistió, pero lo observó con curiosidad mientras él volvía a mirar por la ventana. Esta vez, en lugar de nieve, veía oportunidades.
¿Qué le depara el futuro a Jaime?
Tras las revelaciones de esta noche, nuestro amigo Jaime se enfrenta a decisiones que podrían cambiar su vida para siempre. Pero la Navidad aún guarda una última sorpresa…
Mañana, en el capítulo 4, Jaime descubrirá que el futuro está en sus manos, y será una lección difícil de olvidar.
¡Pero para leerlo tendrás que esperar a mañana!
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