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¿Conocías alguna de estas historias de coches malditos?

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¿Conocías alguna de estas historias de coches malditos?

Esta historia comienza con un sueño capaz de presagiar un acontecimiento futuro. Ettore Bugatti, fundador de prestigiosa marca de superdeportivos. Una vez, Ettore tuvo un sueño en el que su hijo Jean, piloto probador de la marca, moría en un accidente conduciendo un coche que tenía grabado el signo ‘IX’ en la carrocería.

A la mañana siguiente, Jean, rodaba con un Bugatti Type 57 prototipo que era el número IX. Por lo tanto, estaba marcado con el número romano. Ettore mandó cambiar la numeración y, tras unos pocos kilómetros Jean intentó esquivar a un cartero que perdió el control de su bicicleta. Chocó contra un árbol y murió en el acto.

En el caso del Ford Mustang uno de los clásicos americanos más deseados de todos los tiempos. Cuando lo compró una mujer a mediados de los 60 nunca pensó que su vida cambiaria. Se llamaba Celine y, hasta ese momento, nunca sufrió ningún accidente con su primer coche. Sin embargo, desde que se hizo con el Mustang, tuvo hasta seis siniestros y atropelló a 12 personas. Además, desde el primer momento sufrió todo tipo de averías. En este caso no hubo que lamentar muertes, pero no hay duda de que el coche estaba maldito.

Otro coche en teoría “maldito” es el Porsche 550 Spyder. Además de ser uno de los deportivos más espectaculares que ha construido la marca, es en el que perdió la vida el actor James Dean en 1955 después de un brutal accidente. Hacía poco que lo había comprado y tenía que hacerle kilómetros para que alcanzara su rendimiento óptimo, acudió hasta Salinas, en el condado de Monterrey, en California, acompañado del mecánico Rolf Wüterich. A la altura del cruce de las carreteras 466 y 41, a 250 kilómetros de Los Ángeles, un Ford Tudor conducido por Donald Turnuspeed, de 23 años, que viajaba en sentido contrario empezó a girar hacia la izquierda para incorporarse a la 41. Debió detenerse para ceder el paso al 550 Spyder, pero no lo vio.

Después del accidente, el coche se lo quedó el preparador George Barris. Al bajarlo del camión, las sujeciones se rompieron y el coche cayó sobre las dos piernas de un mecánico, rompiéndoselas.

Pero no acaba ahí la cosa, un día, durante una competición, los neumáticos estallaron y el piloto salió gravemente herido. Años más tarde, montó el eje de transmisión y el motor del 550 Spyder en dos coches de carreras y ambos tuvieron un accidente en el que los pilotos murieron.

Después de este cúmulo de desgracias, Barris se deshizo de él. Se lo quedó un museo, en donde se cayó de su pedestal, rompiéndole la cadera a un visitante. Finalmente, se decidió destruir el coche, pero, yendo de camino al desguace, el camión que lo transportaba sufrió un accidente y el conductor turismo que se chocó con él murió.

 

Fuente: autobild.es

 

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